La Frase: "Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres". Pedro Casaldáliga

domingo, 22 de mayo de 2011

Indignación creciente, anestesia menguante

Cuando menos te lo esperas, salta la liebre. Justo cuando la dosis de anestesia era mayor (consolas de última generación, móviles intergalácticos, cuatro partidos Barça-Madrid), parece que se nos han pasado sus efectos o, al menos, que ya no son suficiente estímulo. Es absurdo pensar –como quieren hacernos creer algunos, interesadamente- que las personas que forman el movimiento Democracia Real Ya, o 15-M (es curioso comprobar como en la prensa ha calado esta denominación, más abstracta), acaban de darse cuenta de lo que pasa. Sucede simplemente como en algunas relaciones amorosas: uno aguanta, aguanta, aguanta; y cuando la otra parte, confiada, ya cree que lo aguanta todo, uno se cansa y deja de aguantar.
Hasta tal punto han perdido el contacto con la realidad ciudadana los partidos políticos (singularmente, los mayoritarios), que no se han dado cuenta del espectáculo bochornoso que han estado ofreciendo durante esta campaña electoral. Unos se erigen en defensores del pueblo y proclaman la maldad de quienes recortan sus derechos, para anunciar, a continuación, que ellos van a recortar más y mejor. Los otros nos advierten de los terribles recortes que vendrán si triunfan sus rivales, pero, por si acaso, ya los están haciendo ellos. Las cuñas publicitarias son todo un homenaje al surrealismo: los otros son peores, vótame a mí. Ni una propuesta, ni un argumento a favor de su política (¿la tienen?) salvo elegir el menor de dos males: con que tipo de letra se escribirá el dictado del capitalismo. Parece demasiado poco para “el mejor de los sistemas posibles”.
        Por si esto no fuera bastante, se nos han puesto nerviosos. Los que son incapaces de entenderse para lograr pactos en materia educativa, sanitaria o energética (cuestiones que sin duda son de vital importancia para las ciudadanos), se ponen en seguida de acuerdo, todos a una, para abrir los ojos a los indignados y proclamar sus bondades: vivimos en el mejor de los mundos posibles, nuestra democracia es la octava maravilla, las cosas se cambian votando (gracias, vuelva usted dentro de cuatro años), nuestra Transición fue modélica, etcétera. La clase política española -expresión que me maravilla- tiene muy poca clase; ahora, además, corre el riesgo de ser castigada sin recreo. Ya verán cuando se lo cuente a Papá Mercado; seguro que pone el centro patas arriba. No haber matriculado a sus polluelos en un Estado público. De momento…

2 comentarios:

  1. Sí señor, así se habla.

    ResponderEliminar
  2. Lo de clase política, es como inteligencia militar, no casan bien en la misma frase.

    ResponderEliminar