La Frase: "Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres". Pedro Casaldáliga

sábado, 31 de diciembre de 2011

Diciembre y atardecer

POESÍA
Dudo en el corazón
cuánto andamiaje
cuánto silencio que sostiene muros
demasiadas preguntas
poco viaje
y la certeza errante
del futuro
(sin ti o contigo
dudo / luego existo).

sábado, 3 de diciembre de 2011

Polanski, un dios salvaje y divertido

CRÍTICA

Entre las muchas cosas que hacen la vida un lugar de paso maravilloso están las películas de Roman Polanski. ¿Será necesario que especifique, con ánimo de relojero minucioso, “mi vida”? Interpreto que no, porque este artículo lo escribo yo; imagino además (no soy tan egocéntrico) que su cine ha de hacer feliz a más gente.
Con su última película, Carnage (literalmente: carnicería, matanza, masacre; en España titulada Un dios salvaje, porque somos así, más chulos que nadie), Polanski ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: una obra maestra. Si la magnífica The ghost writer (o sea: negro, escritor a sueldo en la sombra; pero aquí El escritor a secas, que suena más fino) fue una de las mejores películas de 2010 –con, probablemente, uno de los mejores finales de la historia-, para este 2011 Polanski nos regala otra maravilla. Entre ambas, este duende de 78 años estuvo en la cárcel (otra vez) por uno de los grandes males que asola a nuestra sociedad y que, con hábil mano de cirujano, se dedica a diseccionar en su nuevo filme (basado en una obra de Yasmina Reza y coescrito entre ambos): la hipocresía, la falsa moralidad de una civilización enferma de valores e ideologías, incapaz de aceptarse a sí misma.
Sin grandilocuencias ni espectaculares batallas, sino con certeros disparos de francotirador, allí donde más duelen, Polanski reparte hasta en el carné de identidad (o el móvil) del espectador, desorientado porque no hay ninguna persecución y, lo que es peor, ninguna explosión, ¡ni siquiera un mísero robot! La película no moraliza: muestra. Y lo hace con unos diálogos perfectamente medidos, chispeantes, divertidos (desternillantes por momentos), una planificación soberbia y un ambiente opresivo, marca de la casa, desde el minuto uno.
Fuente: http://www.elmulticine.com/
Con estos elementos, y los habituales detalles que hacen de su cine un trozo de realidad y no de celuloide (cuando se necesita una coca-cola fría no está en la nevera, sino en el armario; al llevar a un invitado al baño, la cama está deshecha y el baño hecho un desastre), asistimos a una comedia ácida –porque no otra cosa es en realidad-, con un ritmo frenético y un final, importantísimo, que es puro Polanski y la guinda a un pastel de apenas ochenta minutos de duración: los proyeccionistas poco profesionales –esos que encienden las luces antes del final- y los espectadores gilipollas –esos que marchan antes del final- quedarán en evidencia y se lo perderán, respectivamente: ocurre durante los títulos de crédito.
Un único pero hay que imputarle a este dios salvaje e implacable, especialmente en el primer visionado (no así en un segundo): la sensación de que faltan veinte, treinta minutos más de exploración en el abismo; la desazón de pensar que aún podía darse un paso más antes de caer en el precipicio; la contrariedad (tan inusual en el cine de hoy en día) de quedarnos con ganas de más.
Una comedia, sí, pero como las de los grandes autores, sobre el único tema realmente importante de esta breve, efímera vida que nos ha tocado vivir: la vida misma.


PS: Mención especial merecen los actores, pero me temo que aquí (como, en el fondo, en toda la película, y por el mismo motivo; pero soy optimista) no tengo todos los elementos de juicio. Aunque la entrada que pagué me permitió ver a Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly (excelentes todos ellos), solo me fue dado escuchar las voces de Alba Sola, Nuria Mediavilla, Pep Antón Muñoz y Rafael Calvo; excelentes las dos últimas y algo cargantes las dos primeras (mucho en el caso de la que se escuchaba cuando Jodie Foster movía la boca). No sé, será la magia del cine, pero ver una película doblada es como decir te quiero por sms: un sucedáneo y, si me apuran, una gilipollez.