La Frase: "Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres". Pedro Casaldáliga

miércoles, 30 de marzo de 2011

Sol naciente, puño menguante

Claude Monet: Impresión, sol naciente (1872)
                       En Japón están que no paran con la radiactividad; en España, lo que nos pone radiactivos es comprobar las cifras del paro.
                Distintos problemas pero mismos destinatarios: ni el alto ejecutivo de Toyota teme comer sushi contaminado, ni el consejero delegado de una caja (perdón: banco) se preocupa por hacer cola en el INEM; eso queda para el común de los mortales: los pobres de toda la vida, que ahora nos autodenominamos “clase media” aunque, en cuestión de defender y exigir derechos, no tenemos ni la mitad de clase que aquellos, nuestros predecesores.
                El sol naciente de allí ya no brilla igual, y el puño de aquí se está cerrando tanto que se ha marchitado la rosa.
                Va a ser que el emperador no era divino, y que el encargado de arreglar el calzado no puede ni remendar unos botines.
                ¡Bankia! Perdón otra vez, quise decir: ¡Banzai!

sábado, 26 de marzo de 2011

Puro teatro

Foto: elpais.com
                Adelantándose 24 horas al Día Internacional del Teatro, el Prescindente del Gobierno  de España se reunió con representantes de las patronales CEOE y Anfac, y con 41 estrellas del firmamento empresarial español. No consta, sin embargo, que cuando los convocados son los representantes sindicales, les acompañen 40 destacados trabajadores o parados; cosas de ser actor secundario.
                Frente a la tentación de imaginar la reunión como un duelo de ideas neoliberales por ambos bandos (cuesta imaginar un ganador), el tema principal, sin embargo, fue la calidad de vida de los ciudadanos de a pie, a la que ellos dan el nombre poético de “economía española”. Al parecer, las medidas tomadas y otras que están por venir son positivas, porque dan confianza a los “mercados”, otro término teatral que, pese a que no lo parezca, significa en realidad “votantes”, sólo que esta voz vulgar únicamente se utiliza en tiempo de elecciones (vale decir, en época de ensayos).
                Tan alta es la responsabilidad internacional de nuestros empresarios que, en un acto de patriotismo y buscando la estabilidad necesaria, le han pedido al Presidente que no adelante las elecciones, pese al peligro de que sus radicales políticas de izquierdas sigan castigando su bolsillo y su orgullo.
                Por su parte, el líder (es un decir) de la oposición, al que no se le escapa ni una, y sabe que el teatro de verdad es el de Shakespeare, ya anunció en su día que sus medidas serían similares a las tomadas por Cameron en Inglaterra, donde hoy precisamente miles de extras se han manifestado contra sus excesivos cambios de guión respecto a la obra original.
                Sin embargo, podemos estar tranquilos. Entre unos y otros van a conseguir para todos nosotros toneladas de eso que los actores españoles se dicen antes de salir al escenario, lo cual parece augurio de éxito. ¡Viva el Teatro!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Un fondo de tristeza

RELATO
Foto: Luis Serrano (Fuente: ITE)
     Era bueno ahorrando, pero en la vida…
     Con penosa eficacia había ido acumulando sus desengaños y sinsabores en un rentable fondo de inversión. Demasiada tristeza y decepciones como para no garantizar amargura durante el resto de su existencia.
     Porque la vida cambia en un instante, la crisis resultó providencial. La sola noticia (vista en televisión) de la quiebra del banco que custodiaba sus pesares obró en él una reacción instantánea y benéfica: por primera vez en muchos años, se sintió feliz. Liberado de la pesada carga de sus ahorros, se veía capaz de comenzar una nueva vida y quién sabe.
     A la tarde, cuando ya preparaba las maletas, sonó el teléfono: era el director en persona. Le explicó que no debía temer nada: blindadas cláusulas aseguraban el cien por cien de sus activos.
   Justo es reconocerlo: antes de apretar el gatillo, alabó la previsión del banco y el bajo coste de las comisiones.

sábado, 19 de marzo de 2011

La era de la (des)información

OPINIÓN

Así como el crimen perfecto no es aquel que queda sin resolver, sino el que se imputa a un inocente, así la maestría de la desinformación reinante reside en su reflejo opuesto: la sensación de que estamos todos muy bien informados.
                La desinformación se caracteriza, en primer lugar, por la falta de información, al menos en su forma pura: pues esta se ha transformado en opinión y, cuando no es así, se la rodea de tal forma de opiniones, que se diría que tienen miedo a que nosotros forjemos una propia. El ejemplo paradigmático se dio en el reciente conflicto de los controladores aéreos (súmmum de objetividad periodística), donde fuimos capaces de escuchar, entre otras lindezas,  en boca de profesionales presentadores (y no en una tertulia, sino en un informativo, dando la noticia), las palabras sinvergüenzas y caraduras, no vaya a ser que se nos ocurriera pensar otra cosa si nos presentaban simplemente los hechos (¡qué poca confianza nos tienen!).
                Estas opiniones, por demás subjetivas, son un buen reflejo de la pobreza intelectual y de la intolerancia que nos asola: solamente existen dos: una y la contraria. Si bien se escucha, no hay argumento vehementemente defendido en la barra del bar que no haya sido expresado antes (con menos elocuencia y nivel de alcohol en sangre) por algún tertuliano o columnista.
                Otro sello de la desinformación es la imposibilidad de que haya más de una noticia importante.  A veces puede darse una excepción, como en la actualidad con los casos de Japón y Libia pero, incluso así, recordemos que hasta la reciente resolución de la ONU, el tsunami japonés y sus consecuencias barrieron también a Libia de la parrilla informativa. Así, por ejemplo, en enero de 2010 solo pasó una cosa en el mundo: el tristemente trágico terremoto de Haití. Y, por más que le doy vueltas a la cabeza, no logro imaginar que en el verano del año pasado sucediera algo más que la Copa del Mundo de Fútbol (no consigo recordar quién la ganó).
                Además, este exceso de información es, en realidad, defecto, ya que en la mayoría de los casos no se trata de aportar nuevos datos, sino de repetir los ya conocidos hasta la saciedad. Pero eso sí, en televisión, no me quites ni un segundo de los 15 ó 20 minutos de fútbol (ni siquiera de deporte).
                Un ejemplo divertido de desinformación se suele dar con los porcentajes. Cada vez abundan más las noticias que incluyen uno, pero se olvidan de mencionar cuánto es el 100%, por lo que el dato carece de relevancia. “El 85% de los encuestados cree en los hombres-lobo”, pero, ¿cuántos son los encuestados? ¿20, 50.000 ó 3 millones? El número de creyentes varía la de Dios.
                Otro ejemplo de la falsa variedad informativa es la constatación de que las noticias son las mismas en todos los medios (es comprensible la coincidencia en los grandes temas, pero sospechosa en los pequeños), y las opiniones unánimes acerca de no pocas de ellas. Baste recordar la respuesta del profesor Vicenç Navarro a pregunta de El ojo del cocodrilo en una reciente conferencia en Oviedo: en ningún gran país democrático los grandes rotativos habían coincidido en su enfoque a las medidas (neoliberales) anti-crisis del Gobierno; en España, sí: todos las apoyaron.
                En mi opinión, este déficit informativo se debe, en última instancia, a la necesidad de vendernos algo (un presidente, un candidato, una forma de vida...) que tienen los dueños de los medios de comunicación. Todos, por lo demás, coinciden en una venta común indispensable: la del miedo. Ese que nos haga darnos cuenta de que tenemos que trabajar más, en peores condiciones, cobrando menos, y dar las gracias por ello.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La hora de los perros

[Homenaje a FUSI en su 16º cumpleaños]
RELATO

     A la hora de los perros no bajo más a Fusi; lo he decidido. Porque a Fusi no le gustan los perros (se pelea con ellos) y a mí no me gusta estar siempre en medio, tener que dar explicaciones y disculpas, cruzar incontables veces de acera para evitar que todo comience.
Claro, el problema radica en saber cada día cuál es la hora de los perros. Uno podría pensar que es algo fijo, como el té de las cinco o las campanadas a medianoche; pero varía. Todos mis intentos por averiguar la frecuencia o una ley general que me permita conocer el momento exacto han fracasado.
Ni siquiera he logrado atisbar un punto intermedio, un tiempo en el que haya perros pero no tantos. Y he llegado a pensar (llámenme loco) que todo gira en torno a Fusi; es decir, que cada vez que él sale y paseamos juntos entre el parque y los coches, se produce una llamada, un extraño mecanismo con voz de alarma, que avisa al resto de los perros y éstos a sus dueños, reclamando su paseo necesario.
Así, de nada sirve pensar que los otros tienen que dormir, o que están comiendo; bajar sigilosamente por las escaleras a las horas más intempestivas; observar con paciencia por la ventana hasta que no haya vida en dos kilómetros a la redonda. Basta que Fusi y yo aparezcamos por la puerta que da acceso a la calle, para encontrarnos (se diría que estaban esperándonos) a todos los perros de la ciudad, con sus ladridos y sus ojos apuntando a Fusi, mientras yo disimulo como puedo y cambio de acera.
Por lo demás, es maravilloso que a veces nos encontremos solos y podamos campar libremente. En tales ocasiones, Fusi se comporta normalmente, y lo mismo puede perseguir al sol como si éste fuera un gran balón naranja, que entretenerse jugando con el viento, su amigo de siempre.
A la hora de los perros no bajo más a Fusi; y tampoco se me ocurriría hacerlo por la noche, a la hora en que los vampiros salen de sus tumbas. Porque muchos vampiros (como la mayoría de mujeres hermosas) tienen perro.

lunes, 14 de marzo de 2011

Aute, a la intemperie

CRÓNICA
A corazón abierto y sin coraza; así se presentó Luis Eduardo Aute en el Teatro Jovellanos de Gijón el pasado viernes. Por ello, no buscó refugio en los numerosos  éxitos de sus más de cuarenta años de carrera, y planteó un concierto, en sus propias palabras, “con muy pocas concesiones”. Porque tiene talento y personalidad para ello, Aute, un joven de 67 años, no vive de las rentas ni del pasado: presentó, prácticamente en su totalidad, las canciones de su último y recientísimo disco (Intemperie, 2010) y completó las dos primeras horas del espectáculo con otras del penúltimo (A día de hoy, 2007). Apenas hubo espacio para dos de sus clasicazos, hábiles en despertar la nostalgia en muchos de los corazones presentes en el recinto; es posible que así sucediera con la desgarradora y sublime Siento que te estoy perdiendo. Luego, después de una generosa ovación del respetable, puesto en pie, regresaron el artista y el arte para, esta vez sí (con el paréntesis de otra larga ovación de un público ya entregado) repasar algunas de sus creaciones más memorables. Total: dos horas y cuarenta minutos de Aute a la intemperie –vale decir, de magia– por 28 euros (Bisbal costará ¡60!, y de seguro traerá chubasquero).
  Muy bien acompañado por sus músicos, especialmente por un Tony Carmona espectacular a la guitarra, responsable también de los arreglos y productor de los últimos discos del artista, al concierto sólo se le puede poner un pero: el de ciertos sonidos pregrabados (percusión y batería), no tanto por la repercusión musical en sí, escasa, sino por lo ridículo –e innecesario– que resulta, por ejemplo, escuchar al comienzo de una canción el ritmo marcado desde la batería por el hombre invisible. Más razonable (y hasta se agradeció) es no traer los tambores de Calanda para la canción-homenaje a Buñuel y a dicha población. Pero es pequeña queja, y ciertamente se difuminó ante la presencia (inconmensurable, cercana, sincera) del cantautor, quien, de manera sorprendente, conserva el mismo tono de voz que hace treinta años.

Luisito, tan parlanchín como siempre, habló de lo divino y lo humano. Justificó la existencia de Dios por el sexo (una teoría más que respetable), homenajeó a John Lennon y criticó al FBI como corresponsable de su muerte, recordó el tsunami japonés y, en general, el terremoto continuo en que está instalado todo el mundo (“al albur de la intemperie”), alertó a los furibundos capitalistas (“ojo que el Potosí ya no da más de sí”), y rezó una vez más al amor (“quiéreme, aunque sea de verdad”). Pero sobre todo (y como siempre) reivindicó “el espejismo de intentar ser uno mismo”, de tener criterio propio, eso que ya se ve tan poco que parece de mal gusto. En definitiva, abogó por la belleza frente al poder.
Y luego está lo inexplicable, las sensaciones, eso que no se puede expresar con palabras, lo que hace que se te erice la piel y el alma, que el pasado te meta de repente una puñalada en el corazón, lo que consigue incluso hacerte creer que Aute canta bien. Algo así es una especie de magia, una conexión única. El colofón llegó con un Al alba a capella que, además de la lógica preocupación por la salud del intérprete, trasladó a los asistentes la emoción del silencio que se corta con la palabra desgarradora de la verdad, esa que clama contra la injusticia.

      Sí, es cierto, a las 23:10 hubo que volver al mundo real, a los móviles y las llaves y los horarios, pero durante dos horas y cuarenta minutos el tiempo se detuvo y no hubo crisis ni mercados ni opas que valieran. Durante dos horas y cuarenta minutos, otro mundo fue posible. Gracias por ello, Aute.

jueves, 10 de marzo de 2011

Bertrand Russell sigue vivo

     Entre los muchos méritos de Bertrand Russell (1872-1970) no es menor el de haber vivido casi cien años. Filósofo, matemático, librepensador, pacifista, Premio Nobel de Literatura en 1950, durante su larga existencia tuvo tiempo de reflexionar (y de escribir) sobre la mayoría de temas que consideramos importantes. Y casi siempre con una clarividencia que, aún hoy en día, mantiene en muchos de sus escritos la frescura de la página recién impresa.
     Tal es el caso del artículo que recomendamos, en el que, bajo el título de El Midas moderno, analiza (con su habitual y certera ironía) los motivos de la crisis que siguió al crack de 1929. Lo curioso del caso es que, cambiando apenas algunas circunstancias (por ejemplo, el pago de las reparaciones de guerra de entonces por las subvenciones a los grandes imperios financieros de ahora), este mismo análisis es aplicable a la crisis que padecemos actualmente.
      Por desgracia para nosotros, por muy vivo que siga Bertrand Russell (vale decir, su mensaje), quienes dirigen el mundo siguen tan sordos como siempre, de ahí que el párrafo que citamos a continuación siga con su vigencia intacta: «El hecho simple es que las clases gobernantes del mundo son demasiado ignorantes y estúpidas para resolver un problema así, y demasiado engreídas para pedir consejo a quienes podrían ayudarlas». ¿Les suena?

El Midas moderno
por Bertrand Russell


Breve biografía
(en epdlp.com)


     El ensayo forma parte del volumen Elogio de la ociosidad, publicado originalmente en ¡1935!, en el que Russell, con indudable visión premonitoria, alerta del peligro de los nacionalismos, el fascismo y el comunismo, expone sus argumentos a favor del socialismo (ojo, el de verdad), advierte sobre la amenaza de la intolerancia y de la guerra (que vincula al capitalismo), e ironiza sobre «la creencia de que el trabajo es una virtud», abogando, entre otras medidas, por una jornada de cuatro horas para acabar con el paro y proporcionar «felicidad y alegría de vivir, en lugar de nervios gastados y cansancio», y por la inclusión de la mujer en el mercado laboral remunerado, mediante un sistema público de «guardería que se haga cargo de los niños durante sus horas de oficina».

martes, 8 de marzo de 2011

8 de marzo... ¡y todos los días!

      OPINIÓN

     Hoy es el Día Internacional de la Mujer Trabajadora; hoy es un día triste. Hoy es el día en que debemos seguir denunciando que persisten numerosas desigualdades y discriminaciones laborales contra la mujer por el hecho... de ser mujer. Lo peor del caso es que el capitalismo que