La Frase: "Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres". Pedro Casaldáliga

jueves, 24 de octubre de 2013

Michael Haneke en el Teatro Jovellanos de Gijón: ¿homenaje o venganza?

CRÓNICA
 
 
La invitación ponía (lo prometo) “homenaje a Michael Haneke”, pero, a tenor de lo visto, un título más adecuado hubiera sido “Homenaje a nosotros, que lo valemos. Vendrá Haneke”. En efecto, el esperpéntico y ridículo acto celebrado ayer en el Teatro Jovellanos será recordado porque, teniendo en el escenario a una figura cinematográfica de talla mundial, el presentador y los intervinientes optaron por descubrir a los integrantes del público (pobres mortales) lo inteligentes, cultos, refinadísimos y supermolones que eran el presentador y los intervinientes. No es de extrañar: el acto estaba organizado por la Fundación Príncipe de Asturias, cuyos premios se caracterizan por adquirir prestigio a costa del premiado, y no viceversa.
 
     Presentó la velada el editor alemán Hans Meinke, miembro del jurado que en esta edición de los premios concedió el de las artes al director austriaco. Un hombre encantador este Meinke, que se gusta tanto pronunciado a la perfección apellidos diversos que hasta se le perdona que la primera vez que mencionó al invitado estuviera a punto de pedir una Heineken (rectificó a tiempo y se interrumpió; bien mirado, su docta sapiencia casa mejor con un buen whiskey de doce años). También se gusta el tal Meinke hablando en general, y así se explica que la primera pregunta tuviera aproximadamente una duración de doce minutos, por unos dos de respuesta del supuestamente homenajeado (proporción pregunta-respuesta que, por lo demás, se mantuvo durante todo el acto).


Haneke, un chaval de 71 años.

     El tono del evento quedó marcado desde el inicio por el nada pretencioso título-homenaje del video que recogía imágenes de algunas de las películas del premiado: “Fragmentos de un relato incompleto sobre una filmografía que piensa”. Ahí queda eso. A profundo no nos vas a ganar tú, Michael Haneke de los demonios, que somos los de los Premios Príncipe.
 
     Y a inteligente tampoco, debieron de pensar. Así, cada maratón-pregunta (la preparación debió de ser durísima) incluía al menos tres o cuatro nombres de artistas o pensadores relevantes de reconocido prestigio; desconozco los estatutos de la Fundación, pero es posible que los mismos obliguen a tal artificio. Por otra parte, no he visto jamás un homenaje donde se diluya tanto al homenajeado entre (cito de memoria) Platón, Aristóteles, Goya, Antonio Saura (y su hermano Carlos), Moravia, Pasolini, Cavafis, Octavio Paz… y bastantes nombres más que no recuerdo. Por suerte, cada sprint-respuesta del invitado (la sencillez y cercanía de Haneke contrastaban con la pedantería elitista de sus entrevistadores) ponía un toque de lucidez a la noche y, en no pocas ocasiones, las cosas en su sitio.
 
     Por ejemplo, cuando la también cultivadísima (no iba a ser menos) profesora de la Universidad de Oviedo Margarita Blanco Hölscher dio paso a la escena de la decapitación de un gallo -perteneciente a la película Caché, en cuyo desarrollo tiene sentido; pero que mostrada así, aisladamente, no está lejos de la violencia gratuita, de consumo, que Haneke no se cansa de denunciar- para, a continuación, dar una clase magistral sobre los gallos: tipología (símbolo extraoficial francés), significado del término (galo, en latín), la Francia colonial (¿posibles integrantes de la Legión extranjera?), la inmigración (¿gallos ilegales?) y, en definitiva, no hacer ninguna pregunta al respecto (“por supuesto no le voy a pedir que me afirme ni me desmienta [esta simbología]”), ¡qué vulgaridad! ¡hasta ahí podíamos llegar! Cuando le llegó el turno al homenajeado (sin duda el traductor al alemán se ganó ayer el sueldo), restableció la realidad de golpe, afirmando (para alivio de los presentes, exteriorizado en forma de aplausos) que, sencillamente, una paloma era una paloma, y un gallo… pues eso, un gallo.


     Lo mejor, sin embargo, estaba aún por llegar. La aparición de Jordi Costa y Jordi Balló, crítico y gestor cinematográficos respectivamente y al parecer. Al principio pensé que, hábilmente, habían pactado previamente los papeles de crítico listo y crítico tonto, para confundir a Haneke y obligarle a confesar sus traumas más profundos, pero cuando hablaron los dos deseché esta idea, o bien me dije que se habían liado con los roles, adoptando ambos el mismo.

El director de La cinta blanca junto a tres de los homenajeados anoche,
de izquierda a derecha: Hans Meinke, Jordi Balló y Jordi Costa.
     Costa tuvo la originalísima y audaz idea de preguntarle a Haneke (cuya expresión de estupor con cada pregunta iba en aumento) por el sentido del humor en su cine. ¿Quién no se ha desternillado con Funny Games, o no ha dejado de reír durante los cachondos acontecimientos que tienen lugar en Amor o en La pianista? La respuesta del director, lacónica y certera: “No se le pueden pedir peras al olmo”.

 
     Pero fue Jordi Balló, sin duda alguna, quien mejor plasmó el espíritu de la noche y del acto. Profundo conocedor de la obra de Haneke, sin duda, pero hombre tremendamente tímido, al parecer, ya que para atreverse a llegar a preguntar tuvo que dar un rodeo por la provocación, por los beneficios de la provocación, por la provocación benefactora, por Alberto Moravia, por Pasolini, por Cavafis (ah, Cavafis) esperando a los bárbaros, por… Lo malo fue que cuando por fin terminó, Haneke no solo no oyó ninguna pregunta (yo tampoco), sino que puso en palabras lo que su cara –y la de la mayoría del público- reflejaba hacía ya tiempo: “no entiendo lo que me quiere decir”… Sí, con razón es considerado un buen conocedor de la realidad de nuestro tiempo. ¡Gracias, maestro!
 
     Todo esto, aderezado con agudos comentarios del moderador, Hans Meinke, que hasta por tres veces mostró sus profundos conocimientos sobre la filmografía del director diciendo (las tres veces) que “mostraba una visión tierna de la inmigración y los inmigrantes… y también de los niños”. Sin comentarios (me cuesta, me cuesta, no se crean).

      Sin embargo, al césar lo que es del césar, fue el propio Meinke quien, en un acto de lucidez, tuvo la mejor ocurrencia de la noche: dar por finalizado (sin duda prematuramente) el diálogo… diálogo no es la palabra… sí, ya lo tengo: dar por finalizados los monólogos de los Jordis ante Haneke.

     En fin, no todo va a ser criticar. El acto contó también con música en vivo, incluyendo un delicioso fragmento del trío número 2 para piano, violín y chelo de Schubert, interpretado brillantemente por Marta García Tejido, André Rey y Guillermo López. Como bien dijo el propio Haneke, sólo por ese momento ya mereció la pena acercarse ayer al Teatro Jovellanos de Gijón. También por su presencia y sus palabras (las pocas que le dejaron decir). Y, cómo no, por los verdaderos homenajeados de anoche (a mí no me la dan): Hans Meinke, Margarita Blanco, Jordi Costa y Jordi Balló. ¡¡Gracias a los cuatro y enhorabuena!! Sin duda, estáis a la altura del Príncipe.



3 comentarios:

  1. Coño... menudos tajazos, lleven más puñalaes que Julio César.

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  2. Ojo con el cocodrilo, que muerde.

    La verdad que este tipo de eventos invitan al baboseo y pedanteo por sí mismos.

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  3. Ni puta idea de quien yera Haneke (con palillos!!!), pero he descubierto, no se si agradablemente que he visto varias de sus pelis: Caché (un callo del carajo), Funny Games usa07 (con (mi) Naomi y mi segundo gangster favorito), lo que pasa cuando tan tola semana falando dalguien, te importa un carajo y sólo descubres quién es cola wikipedia, magna obra, jeje...

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