La desvergüenza de nuestros líderes políticos no tiene límites. Tantos años vendiéndonos la moto de que la Constitución no se podía cambiar a la ligera, de que eso requería tiempo, plazos, reflexión, consenso. Oiga, pues ahora resulta que no, que cuando se trata de recortar derechos a los de siempre y hacerle caso a papá mercado, en un mes está todo listo. Y no me pierdan el tiempo en referéndums, no vaya a ser que la gente (esos ignorantes que no saben lo que les conviene) digan que no y nos jodan el negocio.
Ya lo dice el adagio: cuando el PP y el PSOE se ponen de acuerdo en algo, échate a temblar. No se tratará de hacer una ley de educación coherente y duradera; no pretenderán subirnos las pensiones o fortalecer el sistema de sanidad pública; no perseguirán acabar con el terrorismo. Eso son minucias. Ahora bien, si lo que hay es que reducir el déficit público y ser los primeros de la clase (neoliberal), el patriotismo se impone a las ideologías. Ah, no, que no hace falta, que la ideología de ambos partidos es la misma: estupendo entonces. La cosa no sería tan grave si no supiéramos que la única manera que ambos entienden de reducir el déficit es reducir los derechos de la base de la pirámide, jamás de la cúspide, no vaya a ser que el faraón se enfade.
No cuesta imaginar el acuerdo. Zapatero, con su mejor sonrisa el-poder-no-me-va-a-cambiar, agasajaría a Rajoy con algunos aperitivos: reducción del IVA para artículos de primerísima necesidad como viviendas nuevas, ampliación de la edad para el contrato de formación, posibilidad de encadenar infinitamente (incluso post mórtem) contratos temporales. Y luego, el plato fuerte:
Zapatero.- Te acuerdas de aquella vez que mencionaste lo de incluir en la constitución el límite del gasto público.
Rajoy.- La verdad es que no. [Llamada de móvil]. Es decir, síhhh, síhhh, síhhh. Y lo mantengo.
Zapatero.- Pues bien, creo que tenías toda la razón.
Rajoy.- Qué me dices.
[Sus miradas se entrecuzan, y una chispa salta cuando comprenden que, aunque sin darse cuenta, siempre han estado en la misma onda]
Zapatero.- Supongo que en otro tiempo, en otras circunstancias, entre tú y yo quizás…
Rajoy.- Calla, no digas nada. Tan solo abrázame.
Zapatero.- ¡Mariano!
Rajoy.- ¡José Luis!
Zapatero.- ¡A mis brazos!
Rajoy.- ¡Por España!
Zapatero.- ¡Por los mercados!
Lo más sangrante de todo, sin embargo, es la pretendida ausencia, no sólo de referéndum (indignante), sino de cualquier tipo de debate público. Llevan años llenándose la boca (y nuestros oídos) con la Constitución votada por el pueblo, el amplio consenso, el marco de nuestras libertades, etcétera. Los medios de comunicación, tan obedientes, echan una mano con Gadafi en primer plano (donde va a parar, eso es lo que realmente interesa a los españoles), y acá Mourinho, y acullá Guardiola.
José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente que era tan de izquierdas que acabó apareciendo por el otro lado, como el comecocos, no contento con su nefasta política neoliberal (nefasta para el pueblo, se entiende) del último año y medio, pretende institucionalizarla. Es decir, que muerto el perro, no se acabará la rabia, antes bien, el nuevo cachorro, que llegará con ímpetus renovados, siempre podrá decir, cuando le regañemos: lo pone la Constitución ; o exclamar, cual Bart Simpson: ¡Estaba así cuando llegué!
EPÍLOGO
El detective Marlowe descolgó el teléfono y dijo ¿diga?
Voz misteriosa.- Tengo un trabajo para usted, pero le advierto, no será fácil.
Marlowe.- Deje que eso lo decida yo, muñeca.
Voz misteriosa.- Soy un hombre, pero de acuerdo. Necesito que… Es preciso… Me gustaría que investigara si queda alguien de izquierdas en el PSOE.
[El detective Marlowe sintió un vahído, y no era hombre que se impresionara fácilmente. Dio una larga, lentísima calada al cigarrillo].
Marlowe.- Serán cien mil dólares. Más gastos.
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Fuente: ITE. Ilustrador: Loren. |