RELATO
Basado en hechos reales
Bien sé que no estamos junto al arroyo de Sherwood, y mucho hace que pasó el tiempo de personajes como el sheriff de Nottingham, pero –nadie lo negará- ¡cuánto nos siguen explotando hoy día en el frondoso bosque del capitalismo!
Las modernas fortalezas no son castillos exuberantes con foso y torres altas, sino centros comerciales de puertas automáticas y dudosas salidas de emergencia, mas en poco se diferencian los gerifaltes de aquellos de los gerentes de éstos y, en definitiva, ambos sirven para el mismo propósito: acumular caudales para el rico.
Si esto es así, se hace necesario un equivalente al ladrón generoso, al alegre pícaro que sustrae una migaja del poderoso para brindarla al regocijo del pobre.
Hoy lo he encontrado, y no temo rebajar el nivel de esta historia si afirmo que se trataba de una cajera de Alcampo. A falta de arco y flechas, sus manos fueron el arma que empleó para hacer justicia. Con ellas pasaba los numerosos dvds que formaban mi compra por el inquisidor visor de productos y de precios. Con ellas tecleaba obedientemente largos códigos, cuando estos no eran leídos por la máquina. Con ellas, finalmente, introdujo en mi bolsa una película -¿tendré que mencionar que era la más cara?- que, tras ser negada dos veces por el ojo mecánico, no fue confirmada por sus dedos serpenteando el teclado.
Con gesto generoso y despreocupado me obsequió un presente que vale mucho más de lo que señalaba la etiqueta: la burla al dominante, la tímida, la inmortal esperanza de que la decisión de una última persona aún puede vencer –siquiera levemente- al monstruoso engranaje de burocracia y réditos que nos aprisiona.
Yo me alejé de allí con un nuevo aliento ante la vida, y mientras observaba el cabello y los hombros de mi Robin Hood particular, me dije que si aquello era posible, quién sabe, quizás lady…, quizás lady Marian y entonces.