In memoriam Juan Luis Galiardo
De noche, cuando los demonios atacan, en esa hora calma de la madrugada en que nos visitan nuestros muertos, pensamos en nuestra propia muerte y –lo que resulta mucho más temible- en lo que va de nuestra vida, en ocasiones, de puro incógnito, el astuto demonio de la lucidez se cuela entre el ejército de nuestros terrores. Sabio, nos deja ver las cosas bajo un prisma que desaparece no bien asoma el primer rayo de sol, pero por un instante –breve y magnífico y, en cierto modo, eterno en su minuto- no sentimos tan lejos a los que faltan, aceptamos con entereza nuestra partida, y por cierto que percibimos con claridad las bazas que llevamos y, con cierta esperanza, las cartas que nos quedan por jugar.
Luego, lo más probable, apagamos la luz y nos entregamos al sueño o al olvido.
Por la mañana apenas recordamos, y nos aferramos de nuevo, desorientados, a una vida de horarios y llaves y teléfonos y mensajes confusos, incompletos.
Hasta que una noche, de puro incógnito, el astuto demonio de la lucidez se cuela en el ejército de nuestros terrores y entonces, por un breve y magnífico y, en cierto modo, eterno minuto, nos deja mirar otra vez y, claro, nos rescata.
Te aplaudo, como siempre, creo que Juan Luis Galiardo, desde donde esté, también. Ya se que no te gustan los halagos pero eres un fenómeno. Un abrazo.
ResponderEliminarMagnifico!!!
ResponderEliminarBueno... ¿Y la foto de la mezquita?
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