CABREO
A los salvadores de la patria, tan demócratas cada cuatro años, les molesta que los ciudadanos de a pie tomemos las calles en manifestaciones de protesta contra la liquidación del estado del estar (atrás quedó lo de bien; tampoco quieren dejarnos ser).
Los que se creen dueños del cortijo, acérrimos defensores del pueblo llano cada vez que están en la oposición, no comprenden que no tenemos alternativa, que nos disgusta profundamente tomar esta medida (pero nuestra responsabilidad y nuestro amor por España nos obliga a ello), que no queda una gota de paciencia en el arca de nuestras almas para aguantar más reformas estructurales, más variaciones del tipo general impositivo, más detraimientos de pagas extra, más equitativos ajustes del IRPF, más mejoras de la sanidad y la educación reduciendo fondos, empleados y medios.
Para explicárselo en su mismo lenguaje, los señoritos del rodillo y cierra España (pero abre la puerta a Alemania, Pepe, y, cómo no, a la Banquia ), no han entendido nada si no se han dado cuenta, ofuscados como están con la tijera, que las manifestaciones ciudadanas contra los recortes no persiguen otra cosa que aplaudir, apoyar y exigir el aumento de estos, no vaya a ser que nos quedemos cortos.
En fin, los del atado y bien atado, tan sinceros en sus mentiras, tan constantes en el despropósito, ¿no comprenden que entre dos males (o, para que lo entiendan sus señorías, entre un mal y un mal peor), hay que elegir el menor de ellos? Tengan por seguro que las manifestaciones lo son, pero si siguen jugando con nosotros quizás nos obliguen al mal mayor -y a aumentar sus males-. Harían bien en evitarlo: somos muchos más, estamos cabreados y, además, tenemos razón.
Luego vendrán las lamentaciones, la herencia, y lo que más les gusta: el día de la victoria.
Luego vendrán las lamentaciones, la herencia, y lo que más les gusta: el día de la victoria.