La Frase: "Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres". Pedro Casaldáliga

lunes, 31 de diciembre de 2012

Cuando el año 2000 era el futuro

POESÍA

Cuando el año 2000 era el futuro
era algo tan luna
tan odisea del espacio
que parecía que no iba a llegar nunca.
Yo era capaz de calcular (con mimo)
que para entonces todavía tendría
22 años
y tanto por delante. 

Cuando el año 2000 era el futuro
jugábamos al tente
y al fútbol (la pelota) sin manos y sin mandos.
Había cabinas telefónicas
y personas que hablaban mirándose a los ojos
y visitaban a otras por sorpresa
tomando el tren
sin avisar
de su llegada
dos paradas antes.

Entonces
(cuando el año 2000 era el futuro)
tenía a bajo coste
ilusiones y sueños
-por cumplir e imposibles-
y no llevaba a cuestas
como ahora
desengaños y engaños
(todos gratis).



En aquellos tiempos
el tiempo era otra cosa
(más lenta / desde luego).
Había estaciones
y ropa de domingos
los periódicos tenían
poquísimas
faltas de ortografía
y todos los deportistas y famosos
eran invariablemente mayores que yo.

La muerte no existía
el miedo era un enano
(a lo más a una zapatilla)
que se ha venido alimentando
-insaciable / grotesco-
pantagruélicamente
desde entonces.

Retrospectivamente
me parece
(o bien será la noche y la tristeza)
que todas las cosas
eran más
o menos que ahora
pero eran más que estaban.

Cuando el año 2000 era el futuro
nadie nos dijo nunca
(era impensable)
que un día llegaría el 2013.


jueves, 22 de noviembre de 2012

Proyectos de buenas personas

POESÍA
[A mis amigos de Brunelli's, donde fue escrito]

No van a llegar nunca
pero no será por falta
de la buena voluntad
de sus padres
(esforzados votantes cuatrianuales)
de los sucesivos Gobiernos responsables
(control del déficit presupuestario)
de la sociedad misma
(mira para otro lado / no pienses / no molestes).

Serán analfabetos (o casi)
¡pero como dios manda!
A lo sumo una suma
con suerte
alguna conjunción copulativa
-sólo de vez en cuando y por la iglesia-
algunas siglas puestas en carteles
y tres o cuatro imprescindibles verbos
-paga, trabaja, vota-
y sobre todo “traga, está muy bueno”.

No pasarán de proyectos (una pena)
mas no será
por falta de inversiones
de ajustes / de recortes / de reformas.

En fin / nada podemos reprocharnos
no llegarán a ser buenas personas
pero nos bastará mientras trabajen
y consuman
y (claro)
no protesten.
 

Ilustradora: Mar Sáez


domingo, 7 de octubre de 2012

Menos mal


          A veces, uno se cansa de la frialdad de la vida, del abismo que nos separa de la gente que nos rodea, de la soledad portátil que nos envuelve y nos incomunica.

      Cada vez más, doquiera, la indiferencia sustituye a los buenos modales, la cortesía se disipa ante la fórmula del hastío cotidiano.

      El conductor del autobús no devuelve los buenos días, los camareros nos perdonan la vida en cada ronda, y qué afortunado es aquel que escucha un de nada cada veinte gracias.

      A veces, sin embargo, todavía.

     Cada vez menos, uno se encuentra con una persona. Entonces, presurosas, como liberadas del toque de queda del presente, se dan todas las cosas que faltan casi siempre.

     En tales ocasiones, uno se siente un poco menos cansado de la vida, y un poco más vivo.



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Una nueva vida

RELATO

Había leído cosas así de pequeño. Cuentos de Philip K. Dick. Cómics. Había visto películas. Como todos –o más que  ninguno-, había fantaseado. Pero esto era real.

Hace no tantos años (¡pero tan lejos!) el procedimiento al que ahora iba a someterse se hacía de forma rudimentaria e incompleta. En esencia, se enunciaba con las palabras comenzar una nueva vida, y consistía en hacer borrón y cuenta nueva, mirar hacia delante, tragar saliva, apretar los dientes y otros tópicos similares.

Ah, las nuevas generaciones. Demasiado frágiles para soportar la carga del pasado, decidieron borrarlo. Llevó tiempo, algunos escándalos y un premio Nobel, pero al final se hizo.

Cuando lo anunció en la cena de Nochebuena con su mejor sonrisa, las palabras utilizadas fueron muy otras: “Voy a formatearme”, dijo. Y un silencio que había esperado mil años para hacer su entrada lo invadió todo. Un tenedor rebelde cayó al suelo y, abierta la brecha, improperios y palabras de incredulidad desembarcaron. También, miradas cómplices entre sus familiares. Finalmente, saltándose las redes que estas habían tejido, su padre, hombre poco amigo de las nuevas tecnologías (se definía a sí mismo como de la generación de la tostadora), estalló: “Te están timando”. Y a continuación, entre calada y calada a su vieja pipa, explicó.

Le pareció una trama tan pueril que se enterneció. Pero pretender tales errores en un sistema largamente probado como infalible, no revelaba sino el cariño que le profesaban y la preocupación, a su modo de ver, infundada. En efecto, hacía muchos años que la gente, especialmente los más jóvenes, formateaba al gusto la memoria. El procedimiento era sencillo: se hacía una copia de seguridad, se borraba lo inconveniente, lo no deseado, incluso lo pensado pero no hecho; se conservaba lo agradable, lo mágico, incluso lo hecho sin pensar. La técnica se había desarrollado en extremo, y si bien al principio se estigmatizó como una solución de débiles, ya entonces -¡oh tiempos, oh modas!- se había generalizado su uso. ¿Por qué sufrir? ¿Por qué recordar?

Ilustrador: Aurelio Lorenzo Pérez

Cuando se presentó en la consulta del doctor Ingelson, este lo miró con asombro. Lo llamó por su nombre, le dijo pase, lo sentó en un sillón y le contó la historia de su vida. “Lamento negarme a aceptar su dinero, pero tengo una ética. Créame, de nada servirá con usted. Es la cuarta vez que requiere mis servicios”. Confuso, porque juraría que era la primera vez que hablaba con alguien que conocía al detalle sus pesares, trastabilló hasta la puerta.

Ya cerraba esta cuando el doctor Ingelson, hombre poco dado a confidencias, le encaró. “Permítame que le admire. Debió usted quererla mucho”. Y antes de que dos lágrimas que llevaban veinte años esperando pudieran por fin salir de sus ojos, volvió a su agenda y a su siguiente cita.

No tuvo más remedio. A la antigua usanza (en el rostro de su padre el orgullo), en la cena de Nochevieja anunció su propósito de iniciar una nueva vida. Tragó saliva, apretó los dientes, miró hacia delante e incluso, y no sin gran esfuerzo por su parte, logró hacer una cuenta nueva, en la que el doctor Ingelson le ingresó, gustosamente, los gastos de sus tres fallidas operaciones.


viernes, 21 de septiembre de 2012

79 sueños

POESÍA


Tengo 75 sueños en conserva

dos en almíbar

y uno congelado.

Pero el que más me duele

el que no olvido

es uno ya perdido

caducado.



Ilustradora: Blanca Helga de Miguel Rubio


viernes, 20 de julio de 2012

Tomar la calle: no hay alternativa

CABREO
    
     A los salvadores de la patria, tan demócratas cada cuatro años, les molesta que los ciudadanos de a pie tomemos las calles en manifestaciones de protesta contra la liquidación del estado del estar (atrás quedó lo de bien; tampoco quieren dejarnos ser).

     Los que se creen dueños del cortijo, acérrimos defensores del pueblo llano cada vez que están en la oposición, no comprenden que no tenemos alternativa, que nos disgusta profundamente tomar esta medida (pero nuestra responsabilidad y nuestro amor por España nos obliga a ello), que no queda una gota de paciencia en el arca de nuestras almas para aguantar más reformas estructurales, más variaciones del tipo general impositivo, más detraimientos de pagas extra, más equitativos ajustes del IRPF, más mejoras de la sanidad y la educación reduciendo fondos, empleados y medios.

     Para explicárselo en su mismo lenguaje, los señoritos del rodillo y cierra España (pero abre la puerta a Alemania, Pepe, y, cómo no, a la Banquia), no han entendido nada si no se han dado cuenta, ofuscados como están con la tijera, que las manifestaciones ciudadanas contra los recortes no persiguen otra cosa que aplaudir, apoyar y exigir el aumento de estos, no vaya a ser que nos quedemos cortos.

     En fin, los del atado y bien atado, tan sinceros en sus mentiras, tan constantes en el despropósito, ¿no comprenden que entre dos males (o, para que lo entiendan sus señorías, entre un mal y un mal peor), hay que elegir el menor de ellos? Tengan por seguro que las manifestaciones lo son, pero si siguen jugando con nosotros quizás nos obliguen al mal mayor -y a aumentar sus males-. Harían bien en evitarlo: somos muchos más, estamos cabreados y, además, tenemos razón.

     Luego vendrán las lamentaciones, la herencia, y lo que más les gusta: el día de la victoria.

martes, 3 de julio de 2012

Nocturno Lúcido

In memoriam Juan Luis Galiardo

       
           De noche, cuando los demonios atacan, en esa hora calma de la madrugada en que nos visitan nuestros muertos, pensamos en nuestra propia muerte y –lo que resulta mucho más temible- en lo que va de nuestra vida, en ocasiones, de puro incógnito, el astuto demonio de la lucidez se cuela entre el ejército de nuestros terrores. Sabio, nos deja ver las cosas bajo un prisma que desaparece no bien asoma el primer rayo de sol, pero por un instante –breve y magnífico y, en cierto modo, eterno en su minuto- no sentimos tan lejos a los que faltan, aceptamos con entereza nuestra partida, y por cierto que percibimos con claridad las bazas que llevamos y, con cierta esperanza, las cartas que nos quedan por jugar.

          Luego, lo más probable, apagamos la luz y nos entregamos al sueño o al olvido.

Por la mañana apenas recordamos, y nos aferramos de nuevo, desorientados, a una vida de horarios y llaves y teléfonos y mensajes confusos, incompletos.

Hasta que una noche, de puro incógnito, el astuto demonio de la lucidez se cuela en el ejército de nuestros terrores y entonces, por un breve y magnífico y, en cierto modo, eterno minuto, nos deja mirar otra vez y, claro, nos rescata.




domingo, 27 de mayo de 2012

Ya están aquí (otra vez)

POESÍA

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
            Mario Benedetti

Vienen / pero no lentos
llegan a toda prisa
quieren recuperar años perdidos
descuidos tales como democracia
y libertad / y sueños / y futuro.

Vienen / están lanzados
no hay quien los frene
somos demasiados
y demasiado tontos y apacibles.
Somos pequeños
¿para qué negarlo?
nos conformamos
con una caña / el Barça / una mirada
furtivamente y muy de vez en cuando
de esa mujer que encima no nos ama.

Vienen y están crecidos
fieles a su doctrina
llegan con la lección bien aprendida
van sin careta ya / con estandartes
si los vieran sus padres
qué orgullosos
–piensan-
Fuente: http://www.freepik.es/
se sentirían.

Vienen y no son pocos
están por todas partes
en los semáforos
los ascensores
en cada habitación
                       con más de cuatro.

Vienen con diccionario
y con palabras huecas y solemnes:
déficit / confianza / democracia
competitividad / deuda / mercados.

Vienen con las tijeras
y con cristales rotos / con punzones
con jirones del alma
con codicia
en suma con cualquier
                            clase de objeto
que corte y que repita
la acción múltiples veces
(para salvaguardar lo ya existente
nos aseguran siempre con sonrisa).

Vienen con alarmismo
y con apocalipsis sin concilio
con temores y deudas compartidas
con mucho miedo
y muchos salvavidas.

Vienen
pero en el fondo
(todos lo saben)
nunca
se han marchado.



lunes, 7 de mayo de 2012

Mientras haya un día

Mientras haya un día, mientras amanezca porque salga el sol o una mirada ilumine otros ojos, y sea posible, tras cada despertar, que algo nuevo comience o permanezca un recuerdo que valga la pena que conlleva; entonces, habrá esperanza, y principios y herramientas y sueños, y límites rompibles y barreras franqueables y destinos ignotos que nos llevarán a otros puentes (tantos encuentros, tantas despedidas), y allí, mientras haya un día y amanezca, seguiremos viviendo / seguiremos amando.


                                                           Serrat: Hoy puede ser un gran día.

domingo, 15 de abril de 2012

Crédito vitalicio

RELATO

Mi situación era desesperada. El director del banco, sin duda conocedor de mis penurias, me citó a las nueve y media en su despacho. Presumo de ser hombre metódico, pero ante el crédito astronómico que se me ofrecía, admito que el deseo y la fantasía se antepusieron a la razón. La hipnótica mirada del director me hechizó hasta el punto de considerar como lo más normal del mundo el socio que lo respaldaba y el único aval que se me exigía. Firmé sin oponer resistencia.

Salí del banco pletórico, seguro de haber metido un gol por la escuadra a un gran cancerbero, pero toda victoria es efímera. Mientras reflexionaba sobre la frase sabe más el diablo por viejo que por diablo, me dije que si desconocía mi secreto, sin duda el banco tendría asesores capaces de hacérselo ver, y tal unión de fuerzas me pareció auténticamente demoniaca.

         Sí, ciertamente han de saber lo que yo consideraba mi gran triunfo: que no tengo alma. No quiero ni pensar la de recortes que harán por mi culpa cuando finjan que lo descubren.

lunes, 12 de marzo de 2012

Coplas a la llegada de Mariano (Homenaje a Jorge Manrique)

Para celebrar su post número 50, El Ojo del Cocodrilo, a través de un médium y un cuartum, ha tratado de ponerse en contacto con el espíritu de Jorge Manrique para entrevistarlo. Sin embargo, debido sin duda al poco alcance del médium, sólo hemos dado con un vulgar imitador, probablemente muerto hace no más de una semana. No obstante, y dado que no tenemos otra cosa, publicamos lo que nos ha transmitido.

POESÍA
COPLAS A LA LLEGADA DE MARIANO

Sepa la izquierda dormida
recapacite y despierte
sopesando
cómo se gana y se olvida
cómo se pierde tan fuerte
derechando.
Cuán funesto ZP
cómo después de tomado
deja ardor.
Cómo aprovecha el PP
y se presenta de alado
y salvador.

Nuestros votos son vacíos
y nada pueden llenar
manda el mercado
y para evitarnos líos
casi mejor que votar
es ser botado.
Aquí aquestos Santanderes
estos Botines y Ratos
triunfadores
seguirán con sus placeres
sus sueldos y sus Zapatos
pateadores.

Si este mundo es el camino
para el otro / ya es putada
ya es andar.
Y hay que ser bastante fino
para no faciendo nada
gobernar.
Pagamos cuando nacemos
curramos mientras vivimos
y cobramos
si hay suerte / por lo que hacemos
pero nunca conseguimos
jubilanos.

Este país de pandereta
de forofos y opereta
tan cambiante
se volcó hacia la derecha
y una vez que abrió la brecha
dióse al plante.
Pues bien estamos jodidos
dijímosllos los de abajo
Ilustradora: Mar Sáez.
¡vaya horma!
Contestáronnos crecidos:
amén de que no hay trabajo
hay Reforma.

Estos patrios salvadores
que anunciaban ser tan serios
en ministros
te meten a un Lehman Brothers
en Economía y Misterios
¡son muy listos!
Y en educación que es cosa
que se trastoca alevosa
hay que ver:
nos ponen a un tertuliano
que ya nos tiene hasta el ano
un tal Wert.

¿Qué fue de la confianza
que inspiraba el gran Mariano
hasta al diablo?
De su letra hacemos chanza
pero ganan a su mano
sus vocablos.
De los Pons y sus pispases
¿Cuántos empleos nacieron?
¿Dónde andan?
Nos dixeron tantas frases
tantas cosas prometieron…
Se demandan.

¿Dónde están los tan sinceros
que arreglaban con solvencia
esta crisis?
Sólo saben poner peros
y quejarse de la herencia
como tisis.
Aseguran que no mienten
son solidarios, atentos
competentes:
si te descuidas te meten
en la máquina del tiempo
al diecinueve.

Estos políticos tristes
a derecha y a derecha
que tenemos
no saben ni que no existen
y que el mercado abre brecha
¡vamos buenos!
De los de arriba y de abajo
trata el partido me temo
que perdemos:
los de arriba dan trabajo
y como esclavitos memos
lo facemos.

viernes, 10 de febrero de 2012

¡Vivan las cadenas!: los guiñoles franceses y los españoles

OPINIÓN

Andan muchos españoles de pura sangre (no va con segundas) encendidos porque los guiñoles de la televisión francesa, amén de poca gracia, hacen escarnio de nuestros deportistas patrios. Más preocupante parece, sin embargo, que nuestro patrio sistema judicial, que acaba de inhabilitar a Baltasar Garzón por prevaricación, parezca cosa de guiñoles.

Mientras nos cuelan una reforma laboral que hará retroceder décadas nuestros derechos y cuyos propios autores (inaudito) aseguran que no va a generar empleo, y mientras queda definitivamente claro que en este país la justicia es para quien se la pague y para quien no intente desatar lo atado y bien atado, nosotros, bien enseñados, como los toritos, embestimos al trapo tricolor de toda La France, que viviremos en un país de pandereta, oiga, pero es nuestra pandereta y a deportes no nos gana ni Dios.

Entiéndaseme bien: los videos de los guiñoles franceses acusando a los deportistas españoles de dopaje me parecen patéticos, lamentables, carentes de gracia y altamente burdos (es decir, como gran parte del humor que se hace en España). Casi tan lamentables y patéticos como los denodados esfuerzos de los salvadores de la patria por asimilar a los guionistas de los guiñoles con “todos los franceses”. El ardor en la respuesta del pueblo contra el fiero invasor me hace pensar que, casi doscientos años después de aquel ¡Vivan las cadenas! para recibir a Fernando VII, los españoles no hemos cambiado tanto (nuestros gobernantes, por desgracia, tampoco).

Fuente: http://www.elpais.com/
Culpar a todos los franceses de lo que digan los guiñoles es como culpar a todos los españoles por lo que se diga en Sálvame. No me imagino justificándome ante holandeses, suecos y húngaros por las barbaridades dichas en La Noria o en Intereconomía. O, sin ir tan lejos, por la alta calidad de nuestro pseudoperiodismo deportivo; recordemos la muy respetuosa portada del Marca antes del enfrentamiento España-Francia del Mundial 2006: “Vamos a jubilar a Zidane”; o la no menos elegante –y muy argumentada- del diario AS refiriéndose al entrenador italiano: “Hay que poner a Capello en la frontera”. Claros ejemplos del profesional actuar del periodismo deportivo español y supongo, por ende, de todos los españoles. Por no hablar de La Gaceta.

Hay en el fondo de toda esta creada polémica un toque de nuevo rico, de recién llegado. Tras largos años sin éxitos deportivos, España se ha visto en la cúspide y se ha sentido desubicada. Y desconfía de todo. No hay más que ver el giro que han pegado las narraciones deportivas –en tele y en radio- allá donde compite un español. Hace no tantos años, aún era posible escuchar el reconocimiento de la superioridad de un rival sobre un deportista español o un equipo; hoy resulta imposible (casi bajo amenaza de despido): los narradores se han convertido en forofos y se ven obligados a aludir a la mala suerte, los árbitros, el ciclo astral, etcétera. Los que aprecien el espectáculo del deporte por encima de dudosas razones patrias (cómo olvidar el misterioso caso de Johann-Juanito-Johann Mühlegg) mejor harán en quitar el sonido. El ejemplo paradigmático quizá sea el de la Fórmula-1: en España no emiten la carrera, emiten la carrera de Fernando Alonso, lo cual es bastante curioso, sobre todo no tratándose del ganador y no siendo el único español.

Y dentro de ese desconfiar hacia todo entran… ¡los guiñoles! Los guiñoles no tendrán gracia, pero que hasta el Gobierno español se haya pronunciado por unos chistes malos de unos muñecajos no tiene precio. Y no quiero ni pensar lo que hubiese sido esto con Zapatero. Ya me imagino los titulares: “ZP incapaz de defender al deporte Español ante los guiñoles franceses”; “Los guiñoles franceses le dicen a ZP: por qué no te callas”. Por otro lado, toda persona de bien sabe que no hay mejor representante de los ciudadanos de un país y de sus opiniones que sus guiñoles. De toda la vida.  

A los ciudadanos de un país que hizo con los Borbones y con la Iglesia lo que nosotros ni nos atrevemos a soñar (ponerlos en su sitio, es decir, fuera del Estado), por principio, yo los respeto. Aunque sus guionistas de los guiñoles no tengan ni la quinta parte de gracia que los nuestros, cierto es: cómo olvidar a ese Paco Cascos caracterizado como el psicópata Hannibal Lecter. Sorprende que ni Cascos ni Thomas Harris –autor de El silencio de los corderos­- denunciaran a los guiñoles; será porque no son españoles…


lunes, 30 de enero de 2012

Elecciones anticipadas en Asturias: "Es mi scattergories y me lo llevo"

OPINIÓN

Los asturianos somos así de chulos. Si Asturies ye España y lo demás tierra conquistá, los políticos asturianos son lamentables y los españoles meros aprendices de estos (vale; algunos, como los valencianos, alumnos aventajados).

Pues sí, resulta que los jovellanistas de nuevo cuño, esos modelos de buenas palabras y mejores maneras, han sido incapaces –su responsabilidad, como partido gobernante, era mayor- de alcanzar un acuerdo para sacar adelante los Presupuestos Generales del Principado. Aún más, han sido incapaces de alcanzar acuerdo alguno. Puro jovellanismo, vamos: o se hace lo que yo digo (aunque esté en minoría, recordémoslo: 16 diputados de FAC, por 29 de asturianos a los que NO les FACe gracia votar a Cascos), o aquí hay un complot judeomasónico contra la causa de la verdadera Asturias (¿dónde habré oído yo esto antes? Calla, calla, Garzón; no contestes).

Tiene gracia (en el fondo, son unos cachondos) que el casquivano Presidente del Principado se enarbole ahora en la bandera de “a mí no me interesan los cargos, sino el bienestar de los asturianos”, cuando ha estado ¡¡¡6 meses!!! sin hacer absolutamente nada por Asturias (ni siquiera echar a Cienfuegos), por un mero interés partidista: no quitarse la careta antes de tiempo, es decir, antes de las elecciones generales, con la esperanza de sacar un gran resultado, que luego no fue tal.

Lo más lamentable del asunto es que al otro lado del naufragio las expectativas no son mucho mejores. Javier Fernández, el líder (es un decir) del PSOE, fue incapaz de –o no se atrevió a- presentarse como candidato en la sesión de investidura a Presidente del Principado, a pesar de haber sido el político más votado por los electores. ¿Para qué se presenta entonces? Sin olvidar los múltiples lastres del partido, como el que afirmó, todo gallito, tras votar para aupar a un diputado del PP a la Presidencia de la Junta, que lo hacía por evitar un mal mayor (?), y olvidándose (¡ay!) de que podía haber votado a Izquierda Unida, o incluso –llámenme radical- presentar candidato y esperar que le votara Izquierda Unida o, al menos, perder conservando algo de dignidad ideológica (que sí, que estoy de coña; me han pillado).

En cuanto al Partido Popular, sus resultados y su candidata hablan por sí solos, así que, ¿para qué insistir? De Izquierda Unida, y ya puestos a rajar, no habla nada bien el hecho de haber obtenido solo cuatro escaños, a pesar de la derechización del PSOE (cuenta la leyenda que el PSOE se fue tan a la izquierda que apareció, como el comecocos, por el otro lado).


Resulta extraño, por lo demás, que el cascarrabias Presidente del Principado no haya entendido lo que tan bien nos llevan explicando durante años el resto de comediantes: que lo que los mercados (¡alabados seáis, oh dioses!) necesitan para recuperar la confianza es estabilidad, tranquilidad, y recortes. Todo parece indicar que la nueva convocatoria de elecciones y el subsiguiente proceso nos llevará a enlazar, entre unas cosas y otras, un año entero de desgobierno, ¡y así no hay quien recorte en paz!

Se oyen voces críticas en el Principado acusando a la derecha asturiana de haber sido incapaz de llegar a acuerdos para gobernar. Efectivamente: FORO, PP y PSOE no han estado a la altura de las circunstancias. A pesar de estar de acuerdo en lo esencial (recorta cuanto puedas, no hay alternativa, es lo único que se puede hacer, más se perdió en Cuba, etcétera), sus intereses personales, sus vedetismos y sus vendettas han podido más que la mínima dignidad de, al menos, aparentar que los ciudadanos asturianos son lo más importante del asunto. Para ellos, no. Dueños de su scattergories, están dispuestos a abandonar la partida si no admitimos las palabras que nos quieren imponer. Con todo, parece improbable, a estas alturas, aceptar Cascos como sinónimo de Jovellanos.  

Lo más triste de todo es que al final van a tener razón aquellos que echan la culpa de la crisis a los ciudadanos de a pie, por vivir por encima de sus posibilidades. Así, desde luego, nos ha pasado en Asturias: nos hemos creído que votábamos a unos políticos (de cualquier signo) serios y responsables, para que nos resolvieran los problemas, y no han hecho sino crear más.

Los asturianos somos así de chulos.

martes, 24 de enero de 2012

"Oro negro" en Cines Yelmo: falta de respeto al cine, al público, y al cliente

Hechos reales

Hoy fui al cine con la intención de ver “Oro negro”, la nueva película de Jean-Jacques Annaud. Digo con la intención porque me quedé con las ganas. He aquí los hechos.

Lugar: un cine perteneciente a la cadena Yelmo Cines (no se trata aquí de criticar la actuación de un trabajador en particular, sino más bien de analizar una tendencia y lo que, muy probable –y lamentablemente-, sea una política de empresa).

No bien comienza la proyección –es un decir-, me encuentro, dentro de la pantalla, con un rectángulo (que no ocupa toda la pantalla ni mucho menos) en el que aparecen las imágenes. Tampoco se trata de un rectángulo perfecto, ya que la combada parte superior permite observar una molesta perspectiva, como si en lugar de en una superficie plana, las imágenes fueran proyectadas sobre una semiesfera, y mandar cualquier atisbo de formato racional a tomar viento. Créanme, no soy un tiquismiquis que monta el pollo a las primeras de cambio. He asistido impertérrito a numerosas proyecciones con fallos de diversa índole, aunque de menor importancia. Pero esto era demasiado.

Así que allí estaba yo, habiendo pagado seis euros (gracias a la fabulosa tarjeta Yelmo, la cadena de los amigos del buen cine) por ver una película con una calidad menor de la que podría obtener en cualquier televisión medio decente de nuestros días. El ardor que me invadió fue tal que, tras tratar de convencerme de que no era para tanto, fracasé y, como a los cinco minutos, salí de la sala en busca de algún responsable.

Fuente: europapress.es
             Creo que expliqué bastante amablemente y sin ninguna acritud lo que me sucedía, a el/la responsable de la entrada, que llamó a la (o quizá el) gerente del establecimiento. Volví a explicar el asunto, diciendo que si venía al cine era precisamente para ver las imágenes con una cierta calidad visual (cosa ya bastante absurda, lo reconozco, en un mundo donde el formato cinematográfico ha sido sustituido -¡en los propios cines!- por el digital, o sea, el mismo del que podemos disfrutar en nuestra casa). Mi pretensión no era desorbitada; como ya barruntaba problemas, lo único que pedía –habrían transcurrido unos diez minutos, alegué- era que se me devolviera el dinero.

La Gerente entró conmigo a la sala, y no hicieron falta ni dos segundos para que se “escandalizara” con lo que vio en la pantalla, y me asegurara que eso no era normal. Ahora mismo iba a llamar al cabinista. Tras hacerlo, me dijo que, efectivamente, esa cámara (¿no sería más bien cañón?) tenía un defecto, que hacía que el objetivo se contrajera cada cierto tiempo, y no sé cuántos más términos técnicos. Que arreglarlo llevaría mucho tiempo, toda la gente tendría que salir y, obviamente, no lo iban a hacer. Pregunté entonces si reconocía que había un fallo de proyección. Me dijo que sí. Perfecto.

Me ofreció ver otra película o devolverme el dinero. Opté por la segunda opción. Ahora comienza lo surrealista. Cuando le pregunté si a mis dos amigos que permanecían en la sala se les devolvería también el dinero si se iban, me dijo que no; ¡que sólo a mí! Argumentó que estaban viendo la película, repliqué que con el mismo defecto que yo; me dijo que lo que no iba a hacer era devolverle el dinero a todo el mundo que ahora decidiera salir (¿Y por qué no? Irían unos quince minutos de película, habría unas ocho personas en la sala y –lo más importante- me acababa de reconocer que la película estaba siendo proyectada defectuosamente a sabiendas). Al final, pareció aceptar.

Con un cierto tono de desagrado (o quizás de esperanza) en su voz, me dijo que para devolverme el dinero debía darle la entrada. Razonable la petición, no tanto el tono (¿alguien con dos dedos de frente pensaría que una persona sin entrada iba a protestar por la calidad de la proyección?). Entré a la sala para recoger la chaqueta y fracasar en la propuesta de que mis dos amigos me acompañaran (verdaderamente, hay personas que tienen mucho aguante).

Acompañé al gerente hasta la taquilla, y mientras por el camino se aseguraba de los descuentos o bonos que había utilizado para sacar la entrada (¡ni un céntimo al traidor!), me devolvió los seis euros que había pagado, como quien da limosna a un leproso, con el brazo estirado y el desprecio de quien te concede una dádiva por su gracia divina. Ciertamente, había algo de fastidio en su voz, de incomodidad (nada de amabilidad y disculpas; ni una), como si yo estuviera cometiendo algún delito por no aceptar de buen grado un producto altamente defectuoso.

Cuando bajábamos por las escaleras mecánicas, pregunté:
-Y dado que se sabía que esa cámara está defectuosa   -así me lo había dicho-, ¿no sería mejor avisar?
-No, no, si está avisado –respondió.
-Me refiero a la gente –aclaré inútilmente-. Lo digo porque yo, por ejemplo, de haberlo sabido, no me hubiera molestado.
-Ah, bueno, la gente… -deslizó con cierta sorpresa.
No hizo falta que acabara la frase, mi cerebro la completó al instante: LA GENTE TRAGA CON TODO.

Y así nos va.